La obra “Urbanas” del coreógrafo Gigi Caciuleanu, interpretada por el BANCH, se nos presenta desde un primer momento con una organización espacial modernista. Existe en ella el predominio de una realidad global marcada por angulaciones y líneas rectas tan propias de la lógica industrial. Hay una visión aparentemente distópica que nos recuerda a la Metrópolis de Fritz Lang. Los bailarines marchan al unísono en avances y retrocesos que intensifican la percepción de estaticidad, es decir, la idea de que en la ciudad todo permanece.
En esta relación entre energía y técnica tomaremos como personajes al hombre genérico y a la ciudad, para analizar más libremente su conformación y estructura.
Diremos en primer lugar que lo externo configura lo interno en la urbe. El hombre son todos los hombres, ya que, ésta uniforma y dirige con un ritmo que se incorpora al ser de cada cual.
La dominación cultural es masculina y eso hace que las relaciones estén polarizadas, la mujer sigue el ritmo del hombre y las relaciones humanas se reducen a lo funcional. Es aquí donde atisbamos un aspecto de denuncia social.
Podemos observar los encuentros y desencuentros que en ella ocurren, que se presentan en un juego de oposiciones y contrastes. Los encuentros están dominados por una lógica de poder que hace que el hombre y la mujer adquieran un solo ritmo, que no es otro que el de la ciudad. La intimidad dentro de esta red de relaciones, en el fondo similar, se torna difícil, puesto que no existe lugar para la diferenciación.
Observamos la disolución de lo íntimo en lo colectivo. Las individualidades se diluyen puesto que todos quieren lo mismo. La ciudad oscura, displicente, cargada de connotaciones colectivas, llena de seres con las mismas preocupaciones y sueños. Pulsión similar. Ánima y animus de todo.
Algunos personajes se muestran heroicos, es decir, se esfuerzan por oponer resistencia a la neurosis obsesiva de la ciudad, pero ésta termina venciéndolos y convirtiéndolos en seres automatizados por un ritmo incesante que fluye y confluye en sí mismo. Por esta razón, aquellos que intentan oponerse son rápidamente puestos dentro de la orbita colectiva.
La abundancia de staccatos contrasta con la tensión interna que transmiten los personajes; la mujer que parada encima de la tabla de planchar nos transmite en un “sats” una angustia existencial es un buen ejemplo de ello.
Se podría discutir sobre la realidad, o más bien sobre la conciencia de realidad de los personajes, es ahí donde emerge la voz del juglar que desde una posición única observa el compás de las cosas e intenta reflexionar sobre aquello que ocurre. Es el único que no se deja llevar por la cadencia, puesto que tiene un sonido propio. Aquí vemos una ambivalencia, ya que el juglar depende también del ritmo de la ciudad, pero es ajeno a él. Un narrador de conocimiento relativo que juega a ser omnisciente.
El movimiento del no movimiento es esencial para comprender e interpretar los gritos mudos de un aparente caos de sentido que bajo la superficie es todo un cosmos.
Existe en esta urbe un deambular de seres que no han logrado conectarse con la vibración envolvente del entorno y que se arrastran intentando parecerse a los demás, ir hacia donde los demás van. Aquí una vez más ganan las apariencias puesto que el mundo distópico establece todos los caminos.
Finalmente, es interesante notar como estos “cuadros de una exposición” nos involucran y obligan a otorgar un sentido a lo que vemos y es, en este ejercicio, donde nos examinamos y liberamos. El hombre, concluimos, en esta obra se muestra en sus movimientos y acciones como un signo de la distopia dominante. El equilibrio corporal y la postura son marcadamente extra-cotidianas, connotan por sí mismas. Los espacios han sido simplificados y la acción se ha focalizado en lo esencial para constituirse en una alegoría o metáfora de nuestro mundo. Aquí la tensión interna no sólo se expresa en el escenario, sino también en este proceso de objetivación y reconocimiento que vive el espectador, como co-creador de la obra. La responsabilidad del arte de otorgar un remezón interior está plenamente lograda al presentar un espacio virtual que no deja a nadie indiferente.
CONTENIDO TEMÁTICO
La obra “Urbanas” se reconstruye a través de diversos cuadros temáticos que el espectador, colocado en un rol activo, debe reconstruir.
El artista a través de diversas técnicas expresivas y de movimientos extra-cotidianos, seduce al espectador que es impelido a tomar posición frente a lo que ve. Asistimos a un espectáculo que busca la objetivación del “yo”, que busca generar una tensión interna que brota de una auténtica expresión del alma. En esté sentido el público busca un sentido, que necesariamente emerge desde el distanciamiento y desde el reconocimiento de vivencias o problemáticas existenciales. Este proceso de reconocimiento no implica necesariamente un estar de acuerdo.
La temática, en este caso un lugar común, engloba una denuncia descarnada frente a la manipulación y disolución del hombre como individuo. Existe aquí una omnisciencia de la lógica urbana que modela el adentro y el afuera.
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