lunes, 17 de mayo de 2010

EDUCACIÓN ESCOLAR: ¿CULPABLE INCAPACIDAD?



ABSTRACT

Este trabajo pretende ser el esbozo de una reflexión en torno a la educación escolar hoy. Se acusa al Sistema Escolar de no haber tenido ni la decisión ni el valor para replantear sus prácticas pedagógicas a la luz de un nuevo modelo de sociedad y de hombre. Esto ha generado una institución reproductora de conocimientos y excluyente, sobre la base de saberes confusos y desvinculados de los constructos sociales. Se propone la Pedagogía Personalista y Comunitaria de Pierre Faure como la encargada de orientar a la escuela del Siglo XXI.



I. Introducción.

“... me espanto y me asombro de verme aquí
más bien que allí, porqué ahora mejor
que entonces. ¿Quién me ha puesto allí?
¿Por orden y voluntad de quién
este lugar y este espacio han

sido destinados para mí?”

[1]
Pascal

Cada vez que hablamos de educación resulta imposible no reflexionar sobre el ideal de sociedad que queremos y, por añadidura, en el modelo de hombre que ésta sustenta. Quisiéramos pensar que el sistema escolar toma en cuenta estos conceptos para construir sus modelos educativos, que los cambios culturales no son ajenos a los proyectos de instituciones que se arrogan el derecho de decidir qué es lo mejor para nuestros hijos.

Desde una perspectiva sociológica todas las identidades son construidas, por lo que resulta de particular importancia preguntarse cómo y desde qué aspecto la escuela contribuye a la resemantización de la realidad. “Somos lo que vemos” dice Marshall Mac Luhan al referirse a la forma en que influyen los mensajes en una sociedad como la nuestra. La trascendencia de la riqueza multimedial que nos invade afecta la manera de ser, estar y percibir nuestro entorno. Nuestras relaciones están mediadas por aparatos tecnológicos que modelan el concepto de “estar” en el mundo. Esta eficiencia de los sistemas de comunicación ha dado como resultado la universalización de la cultura, que ha incidido en un fenómeno de transculturalización entre los pueblos. Las identidades se mezclan y co-n-funden en un amasijo informe, quedando relegadas a pequeñas comunidades que luchan por conservar una parte de ellas mismas.

Entonces, en un escenario como este ¿de qué debería ser capaz el sistema escolar?

El tema del rol de la educación en el mundo posmoderno, atraviesa, en mi opinión, por el concepto de “culpable incapacidad”[2] de la escuela, puesto que no ha tenido ni la decisión ni el valor para replantear sus prácticas pedagógicas a la luz de un nuevo modelo de sociedad y de hombre. Esto ha incidido en que el sistema escolar se haya subordinado a los poderes fácticos, más bien tradicionalistas; que se conciba como mero reproductor de saberes; que tenga una tendencia marcada hacía la homogeneización del conocimiento; que se transmitan las competencias que él cree necesarias; que torne los aprendizajes pasivos al crear “usuarios de la técnica” desligados del hecho tecnológico; y que tenga la tendencia a absorber variedad de estilos en busca de una identidad que por esta mixtura se vuelve cada vez más confusa.

Mi propósito es esbozar una crítica a la rigidez de un sistema que no da cuenta de la forma en que las personas construyen su identidad, puesto que la escuela “...debe crear un clima donde se le ayude al alumno (donde se plantee) la necesidad de una respuesta personal, creadora y no impuesta...”[3]


II. Desarrollo, juicio crítico y postura personal.


1. La tradición del poder o el poder de la tradición.

Hemos partido esta reflexión diciendo que el hombre se construye en sociedad, esto viene a significar que el proceso identitario es el resultado de reconocer al otro y de absorber patrones y modelos que en definitiva me hacen ser quién soy. Por la forma en que la naturaleza humana se manifiesta, no somos capaces de reconocernos en alguien que consideramos inferior a nosotros, por lo que los procesos de identificación tienen que ver con iguales. Este último punto tiene especial relevancia por el hecho que la educación debe señalar el camino para que los que han sido “tradicionalmente negados” estén en un plano de igualdad. Esto significa que puedan reconocer, sentirse reconocidos y reconocerse en otros. De esta manera la educación tendrá un rol inclusivo y no excluyente. Se excluye al que no es igual como una forma de asentar la identidad, como una manera de constituirse, de construirse. La escuela tiene muchos ejemplos donde bajo el amparo de poderes de hecho ha actuado segregando, no permitiendo que el hombre como individuo integre y desarrolle sus necesidades vitales de realización en y con los demás.[4]


2. Re-producción de saberes.

El concepto de reproducir lleva en sí mismo aparejado la noción de circularidad, de estaticidad, de no avance. La forma dinámica de la naturaleza humana hace de este término una aberración pedagógica. El hombre siempre actúa con respecto a la realidad con criterios de colección, interpretación y análisis. Está forma de aprehender el conocimiento conlleva un enfoque dinámico. El conocer es una construcción que se adquiere mediante la observación, la educación, el estudio y la experiencia. El hombre es, según Peirce, un sujeto interpretante, por lo que para su desarrollo debe ser orientado a “interrogar (preguntar) al ser, al mundo y a sí mismo.”[5]


3. Homogeneizar versus diversificar.

Según Lacan, existe una energía psíquica profunda que orienta el comportamiento hacia un fin y se descarga al conseguirlo. Tal es el concepto de pulsionalidad.[6] Ello significa que el ser humano en su devenir acumula y descarga energía, por lo que todo proceso interno tiene un “ritmo” propio. De acuerdo con esto, al establecer objetivos de aprendizaje se debe tener en cuenta la diversidad interindividual.


4. El tema del arraigo de competencias.

La costumbre del sistema escolar de “echar raíces” en ciertos modelos educativos es de larga data. La escuela al ser una institución social que como sabemos ha dependido históricamente de poderes fácticos, se ha atribuido en incontables ocasiones la verdad en cuanto al currículum. El problema, entonces, se manifiesta en dos vertientes, por un lado la manipulación del conocimiento como estrategia de los poderes que la controlan; y por otro, las condiciones sociales de la producción de la verdad. El sistema ha sido vulnerable al otorgar una realidad transhistórica al saber, olvidándose que todo conocimiento es él mismo una creación histórica. De esta manera no ha podido trascender a lo contingente, quedando anclado en representaciones antiguas. El sujeto se construye en el mundo, participa de él, pero también lo modifica. El conocimiento emerge enriquecido o contaminado por significaciones colectivas producidas por cada época y lugar.


5. La técnica sin tecnología: el problema de la inmovilidad.

Heidegger en “La pregunta por la técnica”[7], coloca como tema de reflexión las relaciones del hombre con el mundo mediatizadas por ésta. El ser humano ha olvidado su interioridad por privilegiar lo funcional. Importa que las cosas funciones y no los porqué. La técnica, de esta manera, se convierte en una esperanza de una relación más profunda y originaria con el ser. Sin embargo, el sistema escolar en su afán por participar del mundo, nos ha remitido a conocimientos de orden práctico, en una búsqueda por la precisión. De esta forma, se instruye pero no se internaliza, se mediatiza sin pleno conocimiento del por qué de esa manera de hacer. El peligro es que la técnica puede desvincularse de los valores, no así la tecnología. Porque lo propio de aquella es la exactitud, lo que no implica orientar la existencia del hombre. Por tanto, si la tecnología es un saber hacer cosas, pero según un ideal, al no estar presente, volvemos al problema de la reproducción, de la inmovilidad.


6. Con-fusión.

El problema de la sociedad actual es un problema de certidumbres. La caída de las certezas ha generado un inconveniente serio que ha tocado a todas las instituciones sociales y, también, a la escuela. La mezcla confusa de saberes e intentos fallidos hacen de aquella un proyecto de por sí incoherente. La vacilación y el miedo a someter a escrutinio su propio saber ha sido el componente fundamental para la crisis que vive la educación a nivel mundial.


III. Conclusiones.

En este recorrido he querido esbozar una crítica basado en dos conceptos que para mí son claves, el primero derivado de la expresión de Theodor Adorno, que dice que toda reflexión sobre lo social, en este caso una institución social, es una reflexión sobre el conocimiento; la segunda, el tema de la inmovilidad generada por la falta de decisión y valor. Podríamos esquematizarlo de la siguiente forma:




Es curioso pensar que en medio de tanta riqueza y avance técnico, el sistema escolar haya extraviado su esencia. El hecho que vivamos en un mundo confuso, donde el ser humano deambula buscando una identidad perdida lo ha confundido también. Es por esto que hace falta una escuela que recupere la verdad para la humanidad. Verdad entendida como un “hacer salir de lo oculto”, develar el sentido de lo que somos, el valor de la persona. La técnica se ha vuelto el modo dominante del hombre con el mundo, lo que puede ser una amenaza trae aparejado, además, una revolución ontológica. ¿Qué tipo de episteme, entonces, necesita el sistema escolar para hacer frente a este cambio cultural? Pierre Faure, desde la Pedagogía Personalista y Comunitaria, nos presenta algunas respuestas. Estas se exhiben en el siguiente cuadro.






El conocimiento no puede ser confuso cuando se tiene una forma de concebir al ser humano para desde ahí orientarlo en su desarrollo. Nieves Pereira define la Educación Personalista como un espíritu que incide en una persona para que esta adquiera un compromiso consigo mismo y con la comunidad donde está inserto. El fundamento de esta visión de la educación nos presenta a un hombre impelido a desarrollarse, progresar, a ser mejor. Quien sigue una estrella nunca perderá el camino, reza el refrán. El personalismo acaba con la confusión y por sobre todo con la exclusión al proponer que existe un camino que todos están llamados a realizar. El tema de la responsabilidad con sí mismo, con la vocación, no es sólo un compromiso individual, ya que el hombre es concebido como un ser abierto a los otros, comunitario. La inmovilidad, o esta “culpable incapacidad” que padece el sistema escolar se resuelve a la luz de un ser en acción, capaz de crear, con iniciativa. Tal es la propuesta que aquí he querido reseñar.


BIBLIOGRAFÍA

1. Pereira, Nieves. “Supuestos de una pedagogía personalista y comunitaria”. En su: “Un Proyecto Educativo en Pierre Faure”.

2. Rae 2002. "Diccionario de la Real Academia Española", [en línea] ://www.rae.es>

3. Lacan, Jacques. (1987). Seminario 11. Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis (ed. rev.). Cap. XIV. La pulsión parcial y su circuito (pp. 181-193). (Juan Luis Delmont-Mauri y Julieta Sucre Trad.). Bs. As.: Editorial Paidós S.A.I.C.F.

4. Heidegger, Martín. La Pregunta por la Técnica. [en línea] :// www.heideggeriana.com.ar/textos/tecnica.htm >

5. Crahay, Marcel. “De las controversias pedagógicas a las problemáticas psicológicas”. En su: “Psicología de la Educación”.

6. Bazarra, L.; Casanova, O.; García Ugarte, J. “¿Por qué no cerrar las escuelas?”. En su: “Ser Profesor y Dirigir Profesores en Tiempos de Cambio”.

7. Coll, César; Martín, Elena; Mauri, Teresa et al. El Constructivismo en el Aula. Ed. Grao. Buenos Aires, 2002.

8. Martín – Barbero, Jesús. De los medios a las mediaciones. Ed. Gustavo Gili S.A. Barcelona, 1987.


[2] La frase no es mía pertenece a Emmanuel Kant quien se refería a la Ilustración de esta manera: “ La ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro.” Por supuesto que la asociación con este concepto es bastante libre y así debe ser tomada.

[3] Pereira, Nieves. “Supuestos de una pedagogía personalista y comunitaria”. En su: “Un Proyecto Educativo en Pierre Faure”.

[4] Op. Cit.

[5] Ibid

[6] Rae 2002. "Diccionario de la Real Academia Española", [en línea]

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